Cuando no quieras sentir.

miércoles, 8 de mayo de 2013




Tu alma hecha de estiércol
no supera a la torpeza de tu cuerpo,
digno —en su inútil redondez—
del esfuerzo de cualquier escarabajo.
Cosa similar ocurre con tu cara
abarrotada de dinteles:
a leguas el viajero se distrae al ver
lo que tu frente anuncia con neones:
a kilómetros se nota
que eres un imbécil y lo ignoras,
acalambrado y ciego
por el puñal idiota de tu lengua.

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