Cuando no quieras sentir.

lunes, 1 de octubre de 2012



Ella esta sentada, frente a su escritorio antiguo pero armonioso aún y está por demás aferrada a un hombre que yo también hubiera sentido si no hubiera decidido dejarla sola. Las palabras que escuché de su boca me movieron el cielo y la tierra. Se notaba que no aguantaba más de tanto amor, que le cortaba el aliento. Estaba triste, me lo contaron sus ojos. Escribo en su lugar porque está devastada, no quiere cerrar los ojos, me explica que su realidad es infinitamente gris por intentar decirlo de alguna forma, no quiere comer y me pregunta constantemente que pasará ahora. Me duele en el alma no poder darle una respuesta certera y me pide un cigarrillo y otra canción. Piensa que el hombre que la alumbra no la tiene en cuenta y desea fervientemente que la esté pensando como ella lo esta haciendo. Lo desea, es cierto, pero yo le explico que tendrá que esperar. Le agrego a mis habladurías un tiempo al tiempo y dejo que fume tranquila. Me inspira melancolía, porque veo sus ojos y no están acá, no puede concentrarse en nada concreto, no escucha, ni siquiera guarda la invencible manía de morder sus uñas. La miro nuevamente y sigue estando ida, volada en algún lugar que conozco pero donde no me atrevo a acompañarla.

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